
En este periodo larguísimo en que no he publicado en el blog, he seguido leyendo libros. Aprovecharé la pausa estival para reseñarlos y postear los comentarios. No recuerdo en qué orden leí los libros, así que el orden no se rige por ese motivo.
El primero que reseñaré es el último que he acabado (lo que decía sobre el orden…). Es un libro hoy en día descatalogado que compré en la librería Alzofora de Madrid (hacen envíos a la península, al menos). Si alguien de los que leéis estas líneas es de Madrid, en donde está la librería física, yo aconsejaría vivísimamente la visita in situ, porque tiene pinta de estar repleta de tesoros.
Hace unos meses vi un vídeo de Vanilla Magazine, un canal italiano de YouTube dedicado a explicar pasajes de la historia, en que Matteo Rubboli hablaba de un tal Louis-Auguste Cyparis, quien había sobrevivido a la erupción del Mont Pelée del año 1902 en la Martinica, colonia francesa. Siempre he sentido una gran curiosidad por las erupciones volcánicas desde que estudié en el instituto la del Vesubio del 79 dC y me sorprendió no haber oído nunca hablar de esta, siendo, como es, más reciente que la del Krakatoa o la del Tambora. Escuché después un podcast de la Cadena SER, del programa la Ventana en su sección “Acontece que no es poco”, en donde Nieves Concostrina narra con maestría también determinados pasajes de la historia. En ese capítulo, explicaba no solo la historia de Cyparis sino la erupción en general. Leyendo los comentarios, noté uno que citaba el libro que hoy os reseño. Lo busqué y por pura casualidad, lo encontré.
Empecé a leerlo pensando que la erupción del Mont Pelée había sorprendido a la ciudad de Saint-Pierre, la cual no había podido ser evacuada a tiempo. Craso error. ¿Recordáis en los peores momentos de la pandemia, cuando había gente que decía que ni explotando un volcán al lado los políticos tomarían medidas? Bueno: ya había pasado. Y murieron casi 30.000 personas.
Este libro es una especie de ensayo novelado en que los autores han reflejado los resultados de una serie de investigaciones que llevaron a cabo basándose en documentos oficiales y testigos presenciales de lo que pasó en la ciudad en los días antes de la erupción (que duró más de veinte días) y el día de la destrucción de la ciudad.
El desastre se presiente ya desde el principio del libro, no solo porque el final de la ciudad es más que conocido, sino porque los principales responsables de la política de la isla no están a la altura desde el inicio. Pese a las solicitudes constantes de determinados “notables” de la isla, como Clerc, el gobernador Mouttet decidió no evacuar la ciudad “para que no cundiera el pánico”. Eso después de una avalancha de barro ardiente que sepultó una refinería de azúcar, matando allí a más de ciento cincuenta personas, y del sucesivo tsunami que arrasó los barrios costeros de Saint-Pierre. Antes de la nube piroclástica que lo destruyó todo, se llegó incluso a producir un brote de viruela, enfermedad hoy extinta gracias a las vacunas, pero que entonces provocaba una gran mortalidad.
El desastre de Saint-Pierre es la crónica de una muerte anunciada a causa de la incapacidad de una clase política más centrada en ganar unas elecciones próximas que en preservar la vida de los ciudadanos que eran, a la vez, los votantes que habían de hacer posible la susodicha votación. Una historia que se repite, una y otra vez, cuando no es por la erupción del Mont Pelée, es por una epidemia provocada por un virus desconocido o por cualquier otra causa de fuerza mayor. Si los representantes políticos no están a la altura, debemos empezar a estarlo los ciudadanos. Por nuestro propio bien.
m.