
Hace algunos meses (allá por marzo de este año), compré algunas obras de la literatura victoriana. Una de las elegidas en aquella compra fue “Otra vuelta de tuerca” de Henry James. He de admitir que, de entre todos los seleccionados, era el único que no conocía previamente, lo escogí dejándome llevar por una de esas listas que clasifican con mayor o menor tino una serie de obras.
De entre las opciones disponibles en mi librería de confianza, compré una edición a ciegas, sobre todo porque conocía la editorial: Anaya. Cuando la tuve en mis manos (lo compré en la librería pero online…), vi que a todas luces parecía una edición escolar. A priori no es algo malo, si ignoramos los ejercicios y propuestas didácticas del final y las anotaciones completamente innecesarias para un lector más maduro.
Sobre la obra, desconocía también el autor y he de admitir que no he indagado demasiado sobre él después de la lectura. La obra empieza con el más que usado recurso de la “historia explicada” que ya usó Homero en la “Odisea”: uno de los personajes narra o lee la acción principal a otros personajes que la escuchan. En este caso la historia principal se encuentra en un diario de una joven institutriz que explica sus vivencias en una mansión victoriana (faltaría más) alejada del mundanal ruido mientras está al cuidado de dos niños, al parecer huérfanos (aunque al cargo económico, pero no emocional, de un tío). Este pariente no se hace cargo ni quiere saber nada sobre nada que tiene que ver con los niños y la institutriz se encuentra sola, con la única ayuda de otra de las criadas de la casa, para enfrentar una serie de eventos de difícil explicación que ocurren en la casa y que parecen tener que ver con la antigua institutriz y un criado que estuvieron en la mansión antes de la llegada de la autora del diario.
Sin dar más detalles sobre la historia, cabe decir que la impresión que me dejó fue de una obra de acción lenta, en ocasiones excesivamente descriptiva y que se encuadra perfectamente en la corriente de literatura de historias de fantasmas tan propia de la época en que fue escrita. Decir, además, que la parte final y el desenlace de la historia me supo a escrito con prisas, casi sin ganas, sin ni siquiera volver a los personajes que escuchaban la lectura del diario antes nombrado. Una sensación de coitus interruptus nada alentadora.
m.