Riace

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La historia se repite. De nada parecen servir los alarmantes avisos de los sabios y estudiosos. Todo es cíclico, todo se repite. Especialmente lo malo.
Riace es conocido, sobre todo, por los bronces romanos que se encontraron en sus costas. Es una pequeña localidad situada en Calabria (la punta de la bota que es Italia, para entendernos pronto). Riace ha tenido, en los últimos años, un alcalde llamado Mimmo Lucano.
Por decirlo claro y rápido: Lucano es todo lo que Salvini, es decir, el ministro del interior del actual gobierno italiano, odia. A manos vacías (prácticamente sin ayudas públicas de ningún tipo) ha convertido un pueblo que se moría de desidia y abandono en un lugar vivo y lleno de actividad. ¿Cómo? Acogiendo a los inmigrantes tan denostados por el susodicho ministro.
Hasta aquí no parece que haya hecho nada ilegal. Nada malo. ¿Verdad? Bien…no es eso lo que piensa Salvini (y toda esa parte de la política italiana que, durante años, más o menos escondida, ha ido envenenando la mente de un sector de la sociedad italiana intentando que vuelva a pensar exactamente como pensaban sus antepasados, aquellos que desde sus casas veían partir trenes llenos de judíos hacía los campos de exterminio, sin hacer nada). Y como ese tipo de política y de políticos acostumbra a hacer, no se ha limitado a quedarse mirando.
Salvini, presuntamente, aprovechando su posición dominante como ministro del interior, ha movido los hilos necesarios para acusar a Lucano de favorecer la inmigración ilegal. Tal cual. Como si Lucano se hubiera dedicado a traficar con personas desde sus países de origen (mayoritariamente en guerra, por cierto), ganando dinero a espuertas, para llevarlos a territorio italiano. Durante más de una semana ha estado detenido en su casa bajo esa acusación. Hace un par de días se supo que le levantaban el arresto domiciliario, pero a cambio lo desterraban. Parece mentira, pero todavía un italiano, como si fuera Ovidio, puede ser enviado al exilio sin más. Le prohíben terminantemente vivir en su pueblo, con la clara intención de alejarlo de aquello que él, prácticamente solo, ha arreglado sin más medios que su propia voluntad.
Y todo por dar una segunda oportunidad (en muchos casos, una primera oportunidad) a personas que no iban a Italia a “robar el trabajo a los italianos”, como dice ese señor amante de las corbatas verdes.
Al final, a mi parecer, es la misma canción de siempre. El que es incapaz, que por algún motivo en nuestros países siempre acaba con el poder en las manos, llevado más por la celosía y la avaricia, el querer y no poder llegar a ser como aquel que acusa, actúa en contra de alguien que le da mil patadas en el trasero en valores y capacidades, intelectuales y no.
Riace es el inicio. De aquí a unos años se estudiará en los libros de historia (o en los moodle o classroom o lo que sea que usemos para entonces). En nuestras manos está que sea el pueblo donde nació la resistencia contra el nuevo fascismo, o aquel en donde el fascismo volvió a campar a sus anchas.

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