Hoy he acabado, por segunda vez, La hija de Homero de Robert Graves. No soy persona que lea dos veces un mismo libro, pero esta vez lo he hecho porque se me ha pedido presentarlo en una de las bibliotecas de mi ciudad.
Robert Graves fue un filólogo clásico del siglo pasado más conocido por sus obras literarias que por sus contribuciones a las investigaciones en el campo de los estudios clásicos. Su Yo, Claudio se ha convertido en una de las novelas de obligada lectura para cualquiera que se considere un buen lector.
Esta obra fue llevaba a la pequeña pantalla con un Derek Jacobi brillante en la piel del emperador romano.
Pero vuelvo a la Hija de Homero. Esta obra estaría tercera en un podio en la que el primer lugar lo ocuparía Yo, Claudio, el segundo La diosa blanca y el tercero, la que nos ocupa. En esta obra Graves reescribe la historia de la Odisea ofreciendo su versión sobre los diferentes episodios de la obra homérica.
En este caso, Nausicaa no es la princesa de los feacios sino de los siquelios, en Sicilia. Ella es la narradora de toda la historia y la supuesta autora de la Odisea tal como la conocemos. Así, los pretendientes de Penélope serían los suyos propios y el viaje a Pilos que realiza Telémaco lo realizaría, en realidad, su padre. Así, Graves ofrece una nueva versión de prácticamente todos los episodios más conocidos de Homero. No haré más spoilers, por si alguien lo quiere leer.
Es más que recomendable leerse la Odisea de Homero antes de leer la versión de Graves. Si no se ha leído, la obra de Graves pierde casi toda la gracia y el interés y no pasa de ser una novelita fácil de leer. Si se ha leído a Homero, en cambio, se ven los juegos de historias que hace el autor y su gran dominio sobre la mitología antigua.
Robert Graves es, pues, un autor siempre agradable de leer, que sabe bien qué escribe y cómo (si se lee en inglés mucho mejor, claro). Quizá la Hija de Homero no sea su mejor obra, pero no es tampoco una obra a rechazar. Todo lo contrario.