Cuando se acerca ya no Navidad, sino diciembre, incluso noviembre, empieza. Cada año empieza. Cada año empieza antes. Se podría pensar en la «invasió subtil» de Pere Calders. Depende de dónde miras: perfumes. Si giras la cara: juguetes.
El cazador tiene claro en dónde está la presa y apunta. Si el canal de televisión tiene una programación principalmente dirigida a las mujeres: perfumes. Si está dirigida a los niños: juguetes. Durante más minutos de los que dura un programa cualquiera. Más cerca está Navidad, más publicidad y menos neuronas. Y tranquilos si os quedáis sordos con los anuncios de juguetes o no entendéis nada de los anuncios de perfumes. Parece ser un «topos» publicitario. O gritas mientras vendes un coche teledirigido o no vale. O el anuncio donde pretendes vender un perfume con toques de jazmín reflexiona sobre la banal existencia humana (aunque nadie lo pida) o no vendes.
Ya hace años que dura, tantos que se cuentan por decenios y pronto por eones. Esa fiesta mal llamada cristiana (qué habilidad para el reciclaje tuvo la iglesia…) hace mucho que no es lo que pretende ser. Ni fraternidad, ni generosidad ni mandangas de esas. Debe ser que suena comunista. Ahora diciembre, y con él la Navidad, es solo un juguete perfumado. Solo juguetes y perfumes.
L'angolo delle parole 